(Por Alejandro Duchini; en Twitter, @aleduchini)
El libro de Alberto Salcedo Ramos
“El oro y la oscuridad – la vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé” (Libros del
Náufrago) combina una brillante crónica periodística con una biografía que se
lee sola de tan amena que resulta.
“Cuando veo a Pambelé siento
mucho afecto. Es un personaje ligado a mi infancia. Yo no perdía mi tiempo
viendo a Supermán, porque tenía un superhéroe de carne y hueso: Pambelé”, me
dice el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos cuando conversamos sobre el
libro “El oro y la oscuridad – la vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé”, que
en Argentina publicó Libros del Náufrago (www.librosdelnaufrago.com.ar). Conversamos
una vez que terminé de leer las 172 páginas en las que cuenta la historia de su
ídolo. Allí, familiares, amigos, empresarios y ex boxeadores hablan de quien
fue Antonio Cervantes, el primer gran ídolo deportivo que tuvieron los
colombianos. Inclusive, dicen que llegó a eclipsar al Premio Nóbel Gabriel García
Márquez, quien, en una reunión, cuando destacaron la presencia de un famoso en
alusión a él, respondió: “¿Llegó Pambelé?”. Salcedo Ramos dice en el libro,
citando una entrevista que le hicieron, que García Márquez es el Pambelé de la
literatura y Pambelé es el García Márquez
del boxeo.
Este trabajo se lee de principio
a fin sin respiro. Está tan bien escrito que no dan ganas de dejarlo. Es
gratamente llamativo cómo el autor se las ingenia para ir de su propia vivencia
a la cita de uno de los entrevistados sin que casi se note. Los relatos perfilan
a la perfección quién fue y quién es Pambelé, más allá de un boxeador que tuvo
todo y que hoy deambula por las calles de su país queriendo estirar los buenos
tiempos que quedaron en el pasado. Se describe a un ídolo que derrochaba
dinero, amontonaba mujeres y noqueaba rivales. Pero también se da cuenta del
hombre ya grande que atemoriza y agrede a su familia, que llega pasado de
drogas y alcohol y de desesperación y rompe todo lo que encuentra a su paso. Por
momentos, ni siquiera parece querer hablar. Eso se ve cuando Salcedo Ramos
publica sus preguntas y describe las respuestas evasivas. Las anécdotas que se
acumulan son imperdibles. Aún con silencios. Y las descripciones del autor, no
se quedan atrás: “Nacido y criado en el naufragio, no supo qué hacer en tierra
firme, cuando los vientos empezaron a ser favorables. Se enloqueció con el oro,
se intoxicó con el vino. Tocado de pronto por la varita de los dioses, olvidó
que estaba marcado a hierro vivo por la desgracia. Siguió lanzando golpes a
diestra y siniestra, sin darse cuenta de que no ganaba en el ring para
salvarse, sino para tallar su propia derrota”, cuenta. O cuando recuerda sus comienzos,
con amigos y a la vez colegas que eran tan pobres como él: “Gastaban como
amigos el poco dinero que habían ganado golpeándose como enemigos”.
No faltan alusiones a boxeadores
argentinos. Nicolino Locche es uno de ellos. Los combates que protagonizaron lo
justifica. Sobre todo el de marzo de 1973, cuando Pambelé hacía su segunda defensa
del titulo y le dio una paliza histórica que llevó al retiro de nuestro
representante. “El boxeo, hay que admitirlo, es un negocio que se echó a
perder, por lo menos en América Latina. Faltan ídolos como Carlos Monzón y
Julio César Chávez, y sobran entidades postizas que reparten títulos mundiales
como si estuvieran en un domingo de piñata”, es otra de las referencias. Y el
Capítulo 9 –La parábola de Pambelé- lo comienza con una cita clásica de Ringo
Bonavena: “Cuando suena la campana para comenzar el round, te quedás solo… y ni
el banquito te dejan”. “La frase de Bonavena es muy profunda para hablar de la
soledad de los boxeadores”, me responde cuando le preguntó por qué entre tantas
eligió justo esa.
“El libro nació como idea en
2003. En seguida empecé a investigar. Apareció por primera vez en diciembre de
2005. La edición de ahora tiene muchas más historias y fotografías”, me
describe también. Es cierto. Las imágenes de viejos recortes de diarios en los
que se cuentan sus buenos momentos y los otros ayudan a que la edición tenga
una yapa que no está de más. También colaboran las fotos de archivo de medios
gráficos y aquellas que tomó el propio Salcedo Ramos a Pambelé, a sus
familiares y a otros allegados. Es que a través de esas fotos toda la historia
que uno vivió con la lectura se hace imagen y, obviamente, más semejanza.
¿Donde se puede conseguir este libro, en Buenos Aires?
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