“Todo había terminado, y ni
siquiera con esa solemnidad a la que siempre tiene derecho el ocaso de las
cosas”, se lee en una frase que tal vez pueda resumir la pasividad y constancia
que se mezclan en el genial relato del escritor italiano Alessandro Baricco,
para quien algunos piden el Nobel de literatura. Se trata de “Mr Gwyn”, que Anagrama
presentó en nuestro país en los últimos meses y no hizo más que juntar elogios.
Las librerías argentinas, de hecho, tienen varios títulos disponibles sobre
este multipremiado nacido en Turín en 1958. Pero si todavía no leíste nada de él,
el título al que hacemos referencia en este espacio es una buena posibilidad de
ingresar a su mundo.
En “Mr Gwyn” se respira melancolía
y una constante sensación de final. De hecho, empieza con un final. El
protagonista, Jasper Gwyn, es un escritor que vive en Londres y tiene éxito y
fama, pero lo que no tiene es ganas de seguir con su forma de vida. Quiere
cambiar todo. Y el primer paso concreto que da para hacerlo es el de publicar
en un medio para el que colabora una lista de cincuenta y dos cosas que no
volverá a hacer. Entre ellas, escribir.
Desde entonces, aparece su amigo y editor, el tipo que lo descubrió. Desesperado, le insiste para que revea la decisión. Pero Gwyn no sólo se niega, sino que insiste con un trabajo extraño que se le ocurrió: relatar personas. Y para empezar, prueba con la secretaria de su amigo. El trabajo consiste en quedarse varias horas al día con ella en un departamento en el que no pasa nada. Pero por lo bajo pasa demasiado: ella parece enamorarse del ahora ex escritor y él también sucumbe a su nueva forma de vivir. Después, pasa el tiempo. Y lo que deja aquella experiencia se le hace carne a la mujer que, ya casada y con una hija, no deja de pensarlo. Él, de a poco, va desapareciendo, pero sigue estando. Después la tristeza por una muerte, la ternura que no deja de dar el presente en el relato y esa repetida sensación melancólica. Personajes que se van pero que dejan su estela también tienen su influencia en esta novela que bien podría decirse que es ideal para leer en invierno. Sobre todo por esa sensación de algo que se va, que todo el tiempo se va.
Sobre el final, una idea abarca
de qué va “Mr Gwyn”: “Lo comprendió de repente, con la velocidad fulminante con
que se comprenden a veces, mucho tiempo después, cosas que han estado siempre
delante de nuestros ojos, basta con que sepamos mirarlas”.
A veces (nos) pasa.
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