Tengo que advertir que no puedo ser objetivo
cuando se trata de Walter Vargas. Además de considerarlo un amigo, entiendo que
es –lejos- uno de los mejores periodistas que tiene el país. Y además, es
poeta. Ahora que Ediciones Al Arco acaba de publicar su “Equipos Cortos
(variaciones futboleras)” me doy cuenta de que no estoy solo en los conceptos.
Lo comparten Diego Latorre y Ezequiel Fernández
Moores. El ex futbolista escribe: “Una confesión: a mi me cae bien la gente que
piensa. Y si piensa el fútbol, mucho mejor. Y si además de pensar el fútbol, lo
expresa en un libro, es una fiesta”. Si alguien te dedica estas palabras, es
difícil no sentirse halagado. No es para menos. Es para más. Y Fernández Moores
suelta: “Vargas, cuyo trabajo sigo desde hace casi treinta años, debe ser el
periodista deportivo que, como pocos otros, ha hecho una trinchera de la
palabra”.
Son dos elogios contundentes. Y valen más
porque vienen de otros dos grandes exponentes del periodismo deportivo. Latorre
es, de la nueva camada, uno de los que más ha crecido en la profesión. Y de Moores
no hay mucho por agregar. Es quien abrió el camino para muchísimos de los que
vinieron luego.
Walter Vargas logra que los conceptos cortos,
breves, que hace sobre fútbol obliguen a pensarlo. Sus visiones sobre el
deporte obligan a que nos paremos en una vereda distinta de aquella en la que
solemos estar. Nos saca de la comodidad para trasladarnos a lo desconocido. Entonces
vemos las cosas de otra manera. Y después nos queda la pelota picando para
rematar más pensamiento. Para clavar en el ángulo una idea nueva.
Por ejemplo, lo que suelta, promediando el
libro, Carlos Salvador Bilardo en una charla con el propio Vargas. “Quiero
jugadores que sepan manejar la pelota y que sepan pegarle a la pelota”, para
enumerar enseguida quiénes le gustan. Norberto Alonso y Patricio Hernández son
algunos de ellos. En esa respuesta tan corta no sólo se sintetiza el propio
Bilardo, sino que se percibe un perfil suyo algo diferente. Hagan la prueba:
lean lo que dice en la página 63 y pregúntense luego si siguen pensando lo
mismo sobre el técnico del seleccionado campeón del 86.
Hay, también, pequeñas trampas de preguntas y
respuestas que, aun en el plano futbolero, nos llevan a pintarnos como somos
humanamente. Es que el fútbol refleja, sin dudas, cualquier acción humana. Recuerda
Vargas que una vez le preguntaron: “¿Está bien tirar un caño en el minuto 89
ganando 3 a
0?”. Su contestación lo pinta como tipo. Y como periodista.
En algún punto se percibe cierta compatibilidad con otro escritor y periodista: el uruguayo Eduardo Galeano, quien hizo un clásico con la modalidad del concepto corto, pero no por eso menos pensante, contundente.
Y luego, sobre el final, Vargas menciona a los
alrededor de 500 periodistas que respondieron a la pregunta de cuáles creen
ellos que fueron los cinco mejores jugadores de la historia. Mi respuesta está
en la lista.
Así, entre esas frases, el lector atravesará un
bálsamo futbolero. Porque Walter Vargas sabe cómo sobrellevar al cómplice que
lo acompaña en sus textos. Mi consejo: no se lo pierdan. No lo dejen pasar. Esta
es la muestra de que el fútbol no sólo se juega. También se lee.
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