Este martes se cumple un aniversario "redondo" de la muerte del que, para muchos, es un santo y aún hoy lo veneran al costado de las rutas argentinas. El año pasado, con motivo de la publicación del libro "Santos Ruteros" (Editorial Tusquets), entrevisté a su autora, Gabriela Saidón. La que sigue es aquella entrevista, que en su momento salió publicada en el portal de América.
Un libro recorre el mito
de los santos de las rutas
La periodista Gabriela
Saidon viajó por el país para encontrar historias que le
permitieran saber por qué la Difunta Correa perdió adeptos a manos
de un gaucho pendenciero y rebelde.
“Santos ruteros” se
llama el libro que publicó Editorial Tusquets; y por las dudas, en
la portada, va la aclaración: de la Difunta Correra al Gauchito Gil.
Lo escribió la periodista Gabriela Saidon. Ella tiene experiencia en
eso de escribir: lo hizo en medios de comunicación, como periodista,
y con otros trabajos. “La Montonera. Biografía de Norma Arrostito”
y las novelas “Qué pasó con todos nosotros” y “Cautivas”.
Pero esta vez fue diferente. Se subió a una casa rodante y recorrió
parte del país. Quería saber por qué cada vez hay más gente
subyugada ante el Gauchito Gil. Quería saber, además, por qué la
Difunta Correa mermaba en lo que a cantidad de seguidores se refiere.
Para saberlo, recorrió
kilómetros y kilómetros. Y provincias, pueblos y altares en rutas.
Habló con gente a la que escuchó sus testimonios, sus historias. Y
las plasmó en 200 páginas que se leen de un tirón. Una road movie
bien argentina es lo que le salió. De todo eso dialogó Saidon con
A24.com en la siguiente entrevista.
-En "Santos
ruteros", se menciona el crecimiento que tuvo la figura del
Gauchito Gil respecto de la Difunta Correa. ¿Es lo que pasa? ¿Por
qué?
-Sí, es así. Creo que
el Gauchito Gil es un santo mucho más “actual” que la Difunta
Correa. Por todo lo que representa (el marginal, rebelde, perseguido
por la autoridad, valiente, buen hermano, astuto, carismático,
seductor, uno podría seguir adjetivándolo mucho tiempo), todas esas
cualidades lo hacen un santo más acorde a las necesidades de hoy. Es
pecador, como todos nosotros. Y es un buen representante de eso que
llamamos identidad argentina. Y por otro lado, su culto se expande
con la rapidez de las autopistas, internet, la tele, etc. Además, la
Difunta quedó “out of time”. ¿Una mujer que muere siguiendo a
su marido y que en un último gesto le da vida a su hijo? Su nombre, un poco, la condena:
Difunta.
-¿Por qué hacer el
libro saliendo a la ruta?
-Es que el tema “me lo
pidió”. Porque la idea del libro sale de la observación del
crecimiento enloquecido de los altarcitos ruteros de las banderas
coloradas. Además, tal vez porque el de la road movie es uno de mis
géneros preferidos. Fue el modo elegido para abordar la crónica.
-¿Cuáles fueron tus
sensaciones en el camino?
-Muchas y muy variadas:
asombro, miedo, curiosidad, la confirmación de que los contrastes
siguen muy marcados en la Argentina: el santuario de las botellas
junto al de los trapos rojos encimados en una banquina plantada con
soja dice mucho acerca de este país. También tuve calor y cansancio
y alegría inmensa cuando conseguía un buen testimonio o una buena
imagen para mi libro.
-Al comienzo del libro
te preguntás cuál será el santo del futuro. Y mencionás a Sandro,
a Rodrigo. ¿Encontraste la respuesta, con “Santos ruteros”
terminado?
-Cada vez estoy más
convencida de que los músicos no son buenos candidatos para santos.
Porque Gil era defectuoso y le gustaba el vino y la joda, pero
supuestamente también tenía algún don especial (poder
adivinatorio, capacidad para curar). Tal vez era uno de esos médicos
naturales del campo. Porque creo que lo que más se le pide al Gaucho
es por la salud. La única que podría romper esa maldición de los
músicos es Gilda porque ya en vida decían que era milagrosa. Ella también curaba. Igual,
no lo podemos predecir. Estaríamos haciendo ciencia ficción. Pensá
que santificar a un hombre (o a una mujer) suele llevar más de un
siglo. Aunque sea un santo popular (es decir, no oficial).
-¿Por qué creés que
la creencia o la fe en el Gauchito Gil llegó también a los
ciudadanos de Buenos Aires?
-Primero (en el tiempo,
quiero decir) porque el Gauchito Gil fue “exportado” por
correntinos que lo trajeron desde su provincia, como un símbolo del
exiliado de esa provincia expulsora de población desde la década
del 40. Después estuvieron los que vieron la veta comercial, y
empezaron a traerlo a las bailantas. Y está también el cura Julián
Zini, tercermundista y chamamecero, que hace giras por el conurbano
bonaerense con una figura del gaucho y otra de la Virgen de Iratí
sobre el escenario. Después, el culto se hace contagioso, es
epidémico, como los virus en Internet. Y si es correntino o no ya no
importa, esas cualidades de las que hablaban antes le cuadran bien al
habitante de Buenos Aires.
-¿Puede ser una moda
el Gauchito Gil?
-Definitivamente es una
moda. Lo que no podemos prever es los alcances que esa moda va a
tener. Ya hay artistas plásticos que se coparon con representarlo,
hay películas, hay una novela que lo tiene como protagonista. Ya
entró en la cultura. Tenemos Gauchito Gil para rato.
-¿Dónde sentís o
pensás que queda o en qué aquella imagen de la Difunta Correa con
la que crecimos muchas generaciones?
-¡No nos podemos poner
nostálgicos por eso! Hay muchos devotos de la Difunta Correa en la
Argentina, sobre todo en la zona de Cuyo pero también aquí en
Buenos Aires. Y esa imagen de la mujer yaciente dándole de mamar a
su bebé no va a desaparecer tan fácilmente. Ni tampoco las botellas
apiladas en algunas banquinas y mucho menos en el altar de Vallecito,
en San Juan, que va a seguir existiendo.
-¿Qué te pasó a vos
con el libro? ¿Creías antes de comenzarlo en algún santo en
particular? ¿Creés en alguno ahora?
-No creía. No creo. Me
interesa el relato que se construye alrededor. Pero confieso que toco
bocina siempre que paso por un altarcito, en particular del Gaucho.
Alejandro Duchini
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