martes, 30 de abril de 2013

TRES CIENTÍFICOS HABLAN CON BORGES (Y VA UNA ENTREVISTA)



Esta tarde, a las 19.30, en la Sala Adolfo Bioy Casares, y en el marco de la Feria del libro, los escritores y científicos Diego Golombek, Guillermo Martínez y Alberto Rojo protagonizarán una charla titulada “Tres científicos dialogan con Borges”. El dato importante es ese; el agregado, la entrevista que en su momento le hice a Rojo -autor del libro “El azar en la vida cotidiana”-, que la pueden leer a continuación.

Alberto Rojo, un guitarrista en el laboratorio

Científico recibido en el Balseiro y docente en Estados Unidos, este tucumano que además es músico y grabó discos con Mercedes Sosa y Pedro Aznar, acaba de publicar un libro para acercar la ciencia a la gente común. Sobre esos secretos que la mayoría no entendemos, dio varias explicaciones a esta revista.

Alberto Rojo es varias cosas a la vez: por un lado, exquisito guitarrista y enorme cantante que se ha ganado los elogios y la amistad de gente como Mercedes Sosa o Pedro Aznar; por el otro, reconocido científico graduado en Argentina y docente en universidades de Estados Unidos. En su presentación merece mencionarse que también es tucumano, como “La Negra”. Y que es fanático de Jorge Luis Borges, aunque alguna vez haya intercambiado cartas con otro grande de la literatura argentina: Ernesto Sábato. Tiene entre sus pasiones la de escribir: en 2007 publicó "La física en la vida cotidiana” y este año se despachó con “El azar en la vida cotidiana” (ambos de Siglo XXI), en el que saca a la ciencia del laboratorio para llevarla a los mismos terrenos que caminamos aquellos que no entendemos del tema. Lo bueno es que lo consigue.
De eso nos sentamos a hablar más de una hora, durante la que salió -no sabemos si por casualidad o causalidad- el siguiente diálogo.
-Si ahora salís a la calle y ves tres coches cuyas patentes terminan, por ejemplo, una en 109, otra en 110 y una tercera en 111, ¿qué hacés? ¿Jugás esos números a la lotería?
-No. Digo “qué raro”. Pienso que esos autos deben haber salido hace poco de la fábrica para que les toque la patente secuencial. También pienso que es una casualidad, porque son números como cualquier otro. Es tan raro encontrar esas series como otra con otros números. Lo que pasa es que nosotros buscamos esa secuencia. Pero no pensamos lo mismo si vemos otras tres chapas de otros tres números totalmente distintos. En alguna esquina, aunque sea en Turquía, siempre pasarán coches con esas frecuencias en las patentes.
-¿Por qué nos llaman la atención este tipo de hechos?
-Porque tenemos una comprensión errónea de lo que es al azar. Tendemos a pensar que lo azaroso es uniforme. Pongamos como ejemplo la mancha que deja la borra del café: es azarosa, pero la mente impone dibujos porque los busca. Y cuando se encuentra un patrón, tendemos a pensar que esas coincidencias vienen de una mano o una inteligencia superior o del destino. Hay una búsqueda de patrones mentales y por otro lado nos creemos merecedores de esos mensajes, de algo único. Y decimos cosas como “tengo que jugar a la quiniela”.
-¿Qué es la ciencia?
-Es un grupo de conceptos que el hombre ha registrado sobre el funcionamiento del universo. La ciencia es una creación humana. Ahora, lo misterioso es que todo lo que nos ocurre es susceptible de ser estudiado científicamente. Hace 700 años se pensaba que la caída de los cuerpos no tenía nada que ver con el giro de los planetas alrededor del sol. Sin embargo, hoy sabemos que todo tiene que ver con eso. Y así todo el tiempo se avanza mucho. Ahora se estudia cómo es nuestra genética, cómo es nuestra herencia. Cada vez más el mundo se manifiesta en esas cosas.


La ciencia no es sólo de laboratorio
-¿A qué se debe que la ciencia no tenga más llegada al común de la gente?
-Es una pregunta que va más bien a la pedagogía de los colegios. La ciencia es algo maravilloso que fue parte de la experiencia cotidiana de todos los científicos. Hay una parte ardua, es cierto, y eso es lo que hace que aprender ciencia o matemática sea difícil. Pero a la vez es maravillosa. Es como aprender a comer caviar: a los 7 años no te gusta, pero con el tiempo descubrís otra dimensión en el gusto, se te “agregan pixeles a la pantalla”. Pero no es fácil enseñar la ciencia en los colegios.
-¿Por qué?
-Porque hay que despertar primero un interés, una curiosidad. Y muchas veces ciertas pedagogías tradicionales no lo hacen.
-¿En qué te basás más: en la intuición o en la lógica?
-Depende. Hay una intuición desarrollada en el ser humano a lo largo de la evolución que hace que la mente sea capaz de detectar sutilezas muy profundas. Es decir, podés ver una cara y darte cuenta de si una persona te quiere, si le gustás, etcétera. La lógica, en cambio, no es una habilidad que hemos desarrollado con tanta riqueza, porque no te lleva a sobrevivir en las praderas. Ahí, por ejemplo, pesa la intuición, que no es un reflejo lógico. Ambas tienen que ver con procesos humanos muy complejos.
-¿De qué hablamos cuando hablamos de probabilidad?
-Se habla de algo probable cuando se refiere a un evento no determinado de antemano. Si tiro un dado, la probabilidad de que salga el 3 es de una en seis. ¿Qué quiere decir esto? Si repito el experimento millones y millones de veces, el porcentaje de las veces que sale 3 es más o menos un sexto. La probabilidad se refiere a la repetición de un evento. En la vida cotidiana estas cosas se complican. La probabilidad de que mañana llueva es del 30 por ciento, pero no puedo repetir el experimento como en el caso del dado, porque hay un solo mañana. Uno puede cuantificar su expectativa. De alguna forma se parece a la temperatura: más calor, más frío, pero no se sabe la temperatura exacta. Aparece el sentido subjetivo, el que dice más calor, más frío.
-¿Qué es el azar, más allá de la palabra que titula tu último libro?
-El azar tiene muchas definiciones. Un evento azaroso es aquel cuyo resultado final no está dado por una regla causal, en principio. El azar se refiere a la indeterminación de eventos posteriores: si yo se la velocidad con la que tiro un dado, conozco la velocidad de las moléculas con las que ese dado va a chocar y las otras causas, bueno, sabría qué número saldría. Pero el azar responde a la medida de mi ignorancia de las distintas variables. El azar es un reflejo de nuestra ignorancia respecto de ciertas variables ocultas, desconocidas. Una sola causa puede dar diferentes resultados.
-¿Existe la casualidad?
-Casualidades son las coincidencias entre eventos improbables y que en una secuencia larga están previstos que ocurran. Es improbable que gane la lotería si juego hoy. Y es improbable que la gane dos veces en mi vida. Pero no es imposible. Además es muy probable que alguien la gane. Alguno hablará de “milagro”, pero no: le toca a una persona como le puede tocar a otra. Estamos dados a confundir el hecho de que a alguien le va a tocar con que le toque a un individuo determinado.
-Bueno, casi casi que rozamos el terreno de la superstición.
-La superstición es una tendencia natural del ser humano. Hay historias narrativas al respecto de buscar explicaciones equivocadas. Hay quienes piensan que alguien puede decidir que se crucen esas chapas que vemos en la vereda de enfrente. Eso es algo supersticioso. Pero no es necesario recurrir a ese pensamiento supersticioso para explicar por qué pasa eso.
-Te hago la última pregunta: si llegaste a cantar con Mercedes Sosa y grabaste discos, ¿por qué te dedicás a algo tan diferente como la ciencia?
-Porque me interesa el mundo, y me interesa cómo funciona, siempre fui curioso. Hay una frase que me encanta, que me lleva a indagar: “Para entender lo invisible hay que mirar con cuidado lo visible”. Muchos de los misterios inalcanzables o invisibles, que no son accesibles a simple vista, también se manifiestan en la vida cotidiana. Hay muchísima ciencia comprobable en la vida cotidiana. Eso es lo que me encanta. Soy un fan de hacer ciencia mientras camino por la calle, mientras cocino en mi casa. Busco todos los mecanismos científicos, utilizo la vida cotidiana como excusa.

Alejandro Duchini

Su amistad con Mercedes Sosa
En marzo de 2002, Mercedes Sosa lo invitó a un escenario en Toronto (Canadá). A esa invitación le siguieron otras. Luego, la amistad, que abarcó además el trabajo en conjunto en discos y presentaciones, como los escenarios de Cosquín y del Teatro Colón. Y la admiración por parte de ella, quien de él dijo: “Soy su fan número uno”. Juntos grabaron canciones, como “Chacarera del fuego”, “Zamba de Argamonte” y “Canción de las cantinas”. “La Negra” lo llevaría a cantar luego a Nueva York, a Chicago, a Londres y a Roma, entre otros destinos.
“La extraño mucho. Me dejó un montón de cosas antes de irse, además de la admiración que le tengo… Recuerdo que me llamó unos días antes de marcharse. Me dio confianza en mí mismo, me dijo que crea en mi obra, en mi arte. No sé si le estoy haciendo caso. Pero me lo dijo muchas veces”, la recuerda Rojo a poco más de dos años de su fallecimiento. Y con un brillo en sus ojos que ocultan atisbos de melancolía, agrega: “Después supe que ese llamado era una despedida. No sabía entonces que estaba tan enferma. Me enriqueció la vida haberla conocido. Es hermoso que alguien como ella valore mi obra. Era un ser humano extraordinario”.

Quién es Alberto Rojo
Tucumano de nacimiento, su primera incursión con la música la tuvo a sus seis años, cuando aprendió a tocar el piano. “Después, a los 13, empecé con la guitarra”, cuenta sobre su otra faceta. Como “folclorista clásico”, tal como se define, se presentó en varios países y grabó dos discos: “De visita” y “Para mi sombra” (producido por Pedro Aznar).
“Fui mochilero, estudié física en Tucumán, después estudié en el Instituto Balseiro, en Bariloche, y luego me fui a vivir a los Estados Unidos”, recuerda al hablar de todo lo que hizo. Sus antecedentes dan cuenta de que fue, además, investigador de la Universidad de Chicago y es profesor en la de Oakland, donde vive actualmente. “La ciencia y la música me fascinan”, resume.

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