martes, 9 de abril de 2013

¿HACE FALTA?


(Por Alejandro Duchini. En Twitter, @aleduchini)
Decir que Gallego “se iría” de Independiente si el equipo pierde el viernes contra Unión es un abuso del potencial que carece de sentido y no suma. Muchachos: o aseguran que se va o no digan nada.

“Si Independiente pierde el viernes contra Unión, Américo Rubén Gallego se iría de Independiente”. Eso es lo que informaron los diarios en las últimas horas y lo que repiten los periodistas televisivos. Lo cierto es que no hay nada confirmado ni seguro. Y que puede pasar, es obvio. No hay que ser mago para imaginarlo. Pero decirlo en potencial es una forma de no jugarse y que, además, no suma nada a la realidad de un club que ya está descendido. Porque, dicho sea de paso, y por más que uno como hincha quiera que se quede en Primera, todo indica que la suerte ya está echada.

No es éste el momento de empujar a Gallego para que se vaya. Al contrario. El tipo se hizo cargo del equipo en un mal momento y bien merece quedarse (si quiere) y desde el ascenso (si quiere) lograr la vuelta a Primera el año que viene. Entonces ya será otra historia.

De momento, lo que cuenta es que este descenso a los infiernos debería servir para tocar fondo y de ahí que sólo quede subir. El fútbol tanto se parece a la vida.

A Independiente lo vienen destruyendo desde hace 20 años o un poco más. Después de aquel título de la temporada 88-89, cuando el técnico era Jorge Solari (¡cuánto pasó, Dios!), ya nada fue lo que era. Se quebró la mística copera y tampoco se hizo pie en los torneos locales. Sin Bochini, apenas algunos jugadores brillaron. Y nada más. Se armó un equipazo en el 94, con Brindisi como técnico, pero duró lo que un suspiro. Después, aquel gran Rojo de Gallego en el 2002. Como se ve, sólo tres grandes equipos en veinte años. No es nada. Porque, seamos honestos, el que ganó la Supercopa dirigido por el Zurdo López fue Deportivo Empate.

En tanto, se fue el Bocha y también hubo crisis dirigencial. El último gran presidente que tuvo el club fue Pedro Iso. Después estuvieron Sande, Grondona y una lista nefasta que se termina con Comparada. En este torbellino, el club se endeudó de manera tremenda y hasta perdió la cancha. Cantero quiso apagar el incendio y es el que termina quemado. Si bien estuvo un año y medio al frente de la institución, el descenso no es producto de ese tiempo sino de décadas de desmanejos. Responsabilizarlo por todo no es justo.

Cantero heredó una barrabrava que manejaba el club y que tenía el mote de ser la más violenta de nuestro fútbol. En su lucha con Bebote Álvarez y sus secuaces, los dirigentes de los más clubes lo dejaron solo. Demás significa todos. Así no se puede. Obvio. Imaginen a los barras hinchas de Independiente alegres del descenso pero preparando su violencia para quitarse un dolor que no sienten.

Descender es tocar fondo y desde ahí ya no queda otra que salir. Duele, y mucho. Es que en el descenso se pierde algo de grandeza. En algún punto, la rica historia de Independiente queda con una mancha que no se quitará más.

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