(Por Agustín Vázquez)
El músico Ariel Prat y el barrio
porteño de Villa Urquiza son casi una unidad, una síntesis. No por nada el
poeta murguero bautizó Orgullo de barrio a su última producción
discográfica, en la que compila una veintena de canciones de su repertorio,
incluidas algunas grabadas en vivo.
A Roberto Ariel Martorelli se lo conoce más por su nombre artístico, Ariel Prat. Una reseña de prensa difundida poco después de la salida de su último trabajo discográfico, Orgullo de barrio, lo definía como “un músico con barrio y esquina en la sangre, de carácter popular y gran presencia escénica”. También como “cantante y murguero de alma”, e incluso se refiere a él como “juglar, negro, zurdo, poeta”. Y según señala el sitio www.rock.com.ar, el propio Ariel ha definido a su música como “tango milonga de corte murguero”.
Entre
las múltiples creaciones, colaboraciones y andanzas artísticas de este poeta y
cantante, probablemente lo más conocido por quienes no se han detenido en su
trabajo sea su vínculo con Bersuit Vergarabat, consolidado con distintas
composiciones elaboradas junto a algunos de sus integrantes: Al olor del
hogar, El zurdito, Milonga de las quimeras, Llamados de la bestia, Las
pibas de Urquiza, Viene alumbrando la esquina y Negra murguera, con Juan
Subirá, y Rumba y tres saltos, con Pepe Céspedes. Todas esas canciones,
excepto Negra murguera, fueron incluidas en el último álbum. Además, en
2012 se publicó su libro de poemas Curiosidad y azar. Versos de
trashumante.
¿Por qué se llama Orgullo
de barrio el disco?
El disco se venía madurando,
venía entibiando sueños al jadear, como diría “el flaco” (Luis Alberto
Spinetta, en la canción Los libros de la buena memoria). Se iban acumulando
discos y colaboraciones, mucha gente fue llegando al universo de mi música con
la carga de que mis discos son difíciles de encontrar, ya sea porque están
agotados o descatalogados. La idea era hacer un paneo de más de 20 años de
música grabada y agregar algún detalle en vivo, para incorporar la intensidad
del directo, con la gente. Orgullo de barrio es el nombre de un tema que
no está en este disco, forma parte de un álbum que salió en España pero no en la Argentina. Hay algo
de eso, mi orgullo es salir a mostrar lo que he aprendido y qué me ha generado
música y poesía, me lo ha dado el barrio. Todo eso de algún modo te dicta cómo
actuar, se lleva en la sangre, en la genética. Yo llevo el barrio metido, hay
un fuerte contenido barrial en mi música, no puedo negarlo. ¡No puedo poner
“orgullo de Jockey Club” (risas).
¿Qué es para vos Villa
Urquiza?
Es el barrio que amo, donde me
crié. Luego hubo mudanzas hasta llegar a Soldati, donde viví los últimos años
de mi adolescencia. Llegamos ahí porque mi viejo consiguió un departamento en
un monoblock, después de que los militares nos desalojaran, en tiempos de la
última dictadura. Fue raro pasar a Soldati, al humo de la quema, a las moscas,
es un contraste fuerte. Siempre fuimos gente pobre, pero ahí parecía otro
mundo. Soy experto en camiones y mudanzas.
¿Dónde vivís ahora?
Cuando vengo (actualmente reside
en España), paro en Once, pero estoy tratando de instalarme en Urquiza, o en
alguno de los barrios cercanos y parecidos, como Villa Ortúzar, Agronomía o Parque
Chas. Más allá del barrio que sea, el entorno uno lo manifiesta: tengo una
poesía que se llama Las dominicanas, donde expreso que estallan por sus
culos como el mármol del monumento en Miserere. El Once es como Blade Runner.
En Urquiza se está construyendo
mucho, pareciera que está mutando la fisonomía del barrio, ¿no?
Eso pasa en una zona de Urquiza,
pero hay otra parte que se mantiene con su estilo histórico, es una zona muy
murguera, donde se destacan grupos como Los Microbios, Los Preferidos y Los Fantoches,
además del club Sin Rumbo.
¿Cómo fue tocar en el teatro
25 de mayo, que se reabrió hace unos años en el barrio?
Fue una gran emoción tocar donde
mi abuela había bailado y donde yo había ido tantas veces a ver películas, como
Nazareno Cruz y el lobo. Estar ahí arriba era como estar acunado, nunca
mejor dicho: me sentía realmente local. Significó muchísimo.
Hay canciones tuyas que
denotan una marcada identidad barrial, como Las pibas de Urquiza, Vieja
calesita. ¿Cuándo y dónde compusiste tu primer tema?
El primero lo compuse en la calle
Ginebra, a los 17 años, todavía jugaba al fútbol. Era una cosa muy rudimentaria
y primitiva.
Contá algo de tu experiencia
como jugador.
Jugué en Argentinos, Chacarita,
Excursionistas, Platense, y me probé en River, donde estuve unos meses y me
fueron. Me dolió muchísimo eso. Cuando dejé de jugar, a los 18 años, estaba en
Platense. Era 11, lo que antes se llamaba wing. A veces me ponían de 9.
Durante un año, mientras River
estuvo en la B Nacional,
escribiste para Télam una crónica de cada partido. ¿Cómo fue esa experiencia?
Hacía cada semana la columna Te
alentaré donde sea, así se llamaba. Fue difícil escribir sobre River,
sufriendo tanto y a la vez tratando de no perder la frialdad para hacer el
análisis. Pero diría que fue un ejercicio maravilloso. Empezaba la nota siempre
con el resultado, luego iba desgranando el partido, y la idea era que tuviera onda,
color, y que a la vez graficara bien lo que le pasaba al hincha. Me tocó
escribirla en París, después de un concierto; también antes de tocar en la Patagonia, e incluso
estando en la cancha. ¡Qué manera de sufrir, por favor! Mi hija, que es muy
chiquitita -tiene dos años-, un día se asustó porque me vio sufriendo
demasiado.
Hay canciones de cancha que
fueron ideadas por vos, ¿no? ¿Cuáles?
La más popular es la de “olé,
olé, olé, jugando bien o jugando mal, yo te quiero, es un sentimiento, ¡no
puedo parar!” Es distinta a la que cantan las otras hinchadas. Lo paradigmático
es que para el hincha de River es muy importante jugar bien, tener buen pie, y
la canción habla de jugar bien o jugar mal, como si diera lo mismo. De todas
formas para mí es una gran emoción que se haya popularizado tanto.
¿En qué época integraste la
barra de River?
Entre los 14 y los 18, primero, y
luego volví a los 25 o 26, y estuve hasta el ´94. Ahora voy a platea.
Volviendo a la música, ¿qué
estás escuchando?
Me llega mucha música. He estado
escuchando a un grupo llamado Proyecto de los ríos. También me gusta Tangó de
San Miguel, que es una banda de la ciudad de Paraná; Juan Serén, Amores tangos,
Las pibas de China Cruel; la orquesta Misteriosa Buenos Aires. Y me gusta mucho
el rock progresivo de los ´70, bandas como Emerson, Lake & Palmer y King
Crimson. De todas formas creo que ahora le dedico más tiempo a la lectura.
¿Qué has leído últimamente?
Estuve releyendo Mordisquito,
de Enrique Santos Discépolo. También leí Los detectives salvajes, de
Roberto Bolaño, y Cuentos para Ulises, que es un libro de un periodista,
escritor y conductor de un programa de Radio Nacional de España, Juan Carlos
Ortega, con relatos para su hijo. Otro que me gustó es Cercano oeste, de
Mariano Hamilton.
No sé por qué, pero te
imaginaba leyendo además a Fabián Casas.
Leí uno de Casas, Los Lemmings.
Es loco porque me lo regaló una amiga y me dijo “esto es para vos”, como si no
tuviera dudas de que me iba a gustar. Sé que viví cosas parecidas al autor: el
identificarse con un barrio, ser contemporáneos, crecer escuchando determinadas
bandas, aunque yo fui más marginal.
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