Por Alfredo Relaño
Se sabe: en los últimos días se habló demasiado de Francisco I y San Lorenzo. Para no ser menos, desde esta web vamos con la nota que escribió el periodista Alfredo Relaño en el As, de España.
Se sabe: en los últimos días se habló demasiado de Francisco I y San Lorenzo. Para no ser menos, desde esta web vamos con la nota que escribió el periodista Alfredo Relaño en el As, de España.
Su Santidad es hincha de San
Lorenzo de Almagro, y nada quisiera yo menos que ser irrespetuoso ni manifestar
mi sana envidia por no haber compartido con él el disfrute del gran equipo de
Boedo de los cuarenta. Porque ahora que tienen hincha tan ilustre resulta
oportuno recordar que San Lorenzo tuvo un equipo glorioso en la segunda mitad
de los cuarenta. Tanto que su gira por España a finales de 1946 y principios de
1947 dejó una impronta extremadamente positiva en nuestro fútbol. Aún a
mediados de los sesenta, cuando yo empecé a enterarme bien del fútbol, se
hablaba de aquello.
San Lorenzo nació, según lo
cuenta Osvaldo Bayer en su estupenda ‘Historia del Fútbol Argentino’, como los
‘Forzosos de Almagro’, detrás de la capilla de San Antonio del barrio. Pasaron
a llamarse San Lorenzo en homenaje al cura Lorenzo Massa, ‘incansable alentador
de los muchachos’, como refiere el propio Osvaldo Bayer, aunque él mismo
advierte que el nombre del club se debe, según los menos devotos, al combate de
San Lorenzo.
Para los españoles San Lorenzo
sonó por primera vez con fuerza cuando debutó allí Lángara, náufrago de la
selección vasca que tras una gira por Europa (de la que se desprendió
Gorostiza, que luego haría una segunda carrera en el Valencia) acabó por dispersarse
entre varios clubes americanos. Lángara debutaría en el San Lorenzo de Almagro
con cuatro goles ante el River Plate, en una aparición que resultó un trueno.
Fue, me lo ha dicho en más de una ocasión, la primera vez que Di Stéfano, un
niño entonces, presenció un partido de fútbol, de la mano de su padre. Me
asegura que es capaz de reconocerse entre el público en la foto más célebre del
partido, en la que Lángara canta uno de los goles y la perspectiva de la foto
les presenta a él y a su padre, espectadores atónitos ante la exhibición del
gran goleador vasco.
Pero no fue sino hasta el
invierno 1946-47 cuando San Lorenzo alcanzó gran nombradía entre nosotros. Por
entonces (el verano austral) aquel entonces gran equipo argentino vino de gira
por España. Ya no estaba Lángara, regresado a España, al Oviedo, pero San
Lorenzo mantenía a Zubieta, un medio de amplia zancada y gran presencia, último
resto de aquel gran equipo vasco (Luego acabaría regresando también, al
Deportivo de La Coruña).
Pero tenía sobre todo una delantera de leyenda, que aún recitan los clásicos:
De la Mata,
Farro, Pontoni, Martino y Silva.
La delantera que entusiasmó al
nuevo papa cuando era niño.
Ese equipo, campeón de Argentina
en 1946, hizo una gira por Portugal y España que resultó legendaria, con cinco
victorias, cuatro empates y sólo una derrota. Todo eso en seis semanas, con los
viajes por tren o carretera y las farras correspondientes, lo que añade mérito
a tales resultados, que dejaron un saldo de 48 goles a favor y 26 en contra.
El primer día del año de 1947 fue
quizá el partido más sonado, cuando se enfrentaron en Les Corts (el campo del
Barça hasta que se inauguró el Camp Nou, diez años más tarde, impelidos por la
expectación que Kubala creaba) a la Selección Española.
San Lorenzo, con el viejo Zubieta en sus filas y el quinteto de ataque antes
desarrollado, ganó 5-7 en un partido legendario. Fue una exhibición de lo que
ahora llamamos tiqui-taca, entonces algo desconocido. Lángara ya jugaba para
entonces en la Selección
Española, regresado como había al Oviedo. Pero aquel San
Lorenzo era demasiado. Se organizaba ya en la entonces moderna WM, consistente
en tres defensas, dos medios, dos interiores y tres atacantes, los dos extremos
y el delantero centro. Por entonces, en España aún jugábamos lo que se llamaba
‘el método’, dos defensas, tres medios y cinco delanteros. Entre aquella
disposición táctica, entonces aún un poco troglodita, filtró su finísimo juego
el San Lorenzo de aquellos genios para ganarnos 5-7.
Aquella gira sirvió de redención
a José Luis López Panizo, simplemente Panizo para la afición española, cerebro
del gran Athletic de aquellos años. Para gran parte de la afición española, y
particularmente la de San Mamés, era un jugador lento, premioso, muy
distanciando del gusto enérgico de la época, y más en el Norte, donde sólo se
concebía el fútbol de pelota larga, pierna fuerte, salto y vigor. Panizo tenía
otra visión del juego, menos predispuesta al choque, más inclinada a la
paciencia, la búsqueda, el amago y el engaño. No todo el mundo estaba dispuesto
a aceptar eso. Hasta que llegó San Lorenzo de Almagro a San Mamés. En la
víspera dejaron una frase que quedaría en los oídos de los españoles para
muchos años:
-El gol es un pase a la red.
¿Un pase a la red? Aquí sólo se
había concebido el gol hasta entonces como remates violentos o cabezazos
heroicos. ¿Un pase a la red?
Pero San Lorenzo de Almagro pasó
por San Mamés, dio el consabido baile (aunque los descuidos atrás produjeron un
3-3 final) y la gente se marchó de San Mamés diciendo:
-¡Pero si juegan todos como
Panizo!
Y Panizo no tuvo en adelante
problemas para ser admitido por el público de San Mamés, y del resto de España.
Es más: se le pasó a ver como un jugador superior, un avanzado a su época, algo
que en verdad era.
Aquel recuerdo queda aún en
España entre los más viejos aficionados, y entre quienes les escuchamos. Hace
casi sesenta años. San Lorenzo ha vivido sus aventuras desde entonces, no todas
buenas. Aún nos mandó excelentes jugadores, como D’Alessandro, Rezza, Heredia,
Ayala o García Ameijenda. Más tarde, la fastrupia municipal provocó la
desaparición del viejo campo, el Gasómetro de Boedo, donde ahora hay un
hipermercado. De ahí tuvo que marcharse al Bajo Flores, lejos de su raíz, donde
sobrevive como puede. No es lo de antes. No es lo de los buenos años del
Gasómetro, con Lángara. Ni los de la gloriosa gira por España y Portugal.
Tampoco los de aquel campeonato invicto de 1968.
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