Ernesto Farías y Santiago Silva. Hace
un año, Farías tenía el partido de su vida con la camiseta de Independiente. El
12 de marzo pasado le hacía tres goles a Boca en la Bombonera y el Rojo
ganaba aquel partido 5 a
4. El delantero terminó con el ojo morado pero con la moral bien alta. Nada que
ver con lo que vive hoy. Gallego le dio muchas chances y los hinchas lo bancaron,
aunque le fueron perdiendo la confianza. Hoy no hace goles y su racha es tan
mala que lo mandaron al banco.
Desde aquella tarde-noche en que
el Rojo protagonizó una hazaña al ganarle sobre la hora a Boca con un último gol
inolvidable suyo, Farías casi no pudo repetir. Hizo algunos más, pero no
repitió.
Llegó Caicedo y aunque no convirtió, le ganó la titularidad.
Lo de Santiago Silva en Boca es
similar. Nunca terminó de hacer pie en el equipo. Tiene todo para ser un gran
goleador. Pero no se puede afianzar como sí lo hizo en Vélez y Banfield.
Silva, que
llegó con bombos y platillos para aunque sea evitar un poco menos el dolor de no tener
a Palermo, sigue con la pólvora mojada. El domingo pasado, ante Rafaela, erró
un penal que en otro momento lo hacía y hasta rompía la red.
Farías y
Silva son dos goleadores de raza. De ésos que no hay que minimizar. Andan de
capa caída. Por el bien de ellos mismos, ojalá que lo antes posible recuperen
la puntería.
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