El escritor español ha sido
galardonado por la obra “La invención del amor”, presentada bajo el título “Triángulo
imperfecto” y con el seudónimo Doppelgänger. Se alzó con 175.000 dólares y una
escultura de Martín Chirino. El jurado, presidido por Manuel Rivas y compuesto
por Annie Morvan, José María Pozuelo Yvancos, Jordi Puntí, Xavier Velasco,
Antonio Ramírez y Pilar Reyes (con voz pero sin voto), ha declarado ganadora la
novela por mayoría.
En esta convocatoria se han
recibido 802 manuscritos, lo que la convierte en la edición con más
participación en la historia del Premio. En total 802 optaron al galardón, de
los cuales 342 se han recibido en España, 133 en México, 99 en Argentina, 61 en
Colombia, 34 en Estados Unidos, 28 en Chile, 23 en Venezuela, 19 en Ecuador, 18
en Perú, 9 en Guatemala y Honduras, 8 en Costa Rica, Panamá y Nicaragua, 8
también en Bolivia, 7 en El Salvador, 7 en Uruguay, 4 en Paraguay y 2 en Puerto
Rico.
José Ovejero (Madrid, 1958) vive
en Madrid y Bruselas, donde combina su pasión por la literatura con las
colaboraciones periodísticas. Desde que ganara el Premio Ciudad de Irún 1993
con su poemario “Biografía del explorador”, ha cultivado todos los géneros,
siendo especialmente reseñable su libro de viajes China para hipocondríacos,
merecedor del Premio Grandes Viajeros 1998, y su novela Las vidas ajenas,
ganadora del Premio Primavera 2005.
Desde su primer galardón hasta el
último, el autor ha continuado cultivando el género narrativo con novelas como “Añoranza
del héroe”, “Huir de Palermo”, “Un mal año para Miki”, “Nunca pasa nada”
(Alfaguara, 2007) y “La comedia salvaje” (Alfaguara, 2009) —que obtuvo el
Premio Ramón Gómez de la Serna
2010—, con libros de relatos como “Cuentos para salvarnos a todos”, “Qué raros
son los hombres” y “Mujeres que viajan solas”, y con ensayos como “Escritores
delincuentes” (Alfaguara, 2011) y “La ética de la crueldad” (Premio Anagrama de
Ensayo 2012).
“La invención del amor” cuenta la
historia de Samuel, que, cumplidos los cuarenta, conserva a sus amigos, es
socio en una empresa de materiales de construcción y ha encadenado compañeras
de cama. Desde su terraza observa sin participar el trajín cotidiano madrileño.
Samuel, realmente, está de vuelta sin haber llegado. Un día, alguien al
teléfono le dice que Clara ha muerto, y cuelga. Lo misterioso del caso es que
Samuel no recuerda a ninguna Clara. Pero eso no le impide convertir a esa chica
desconocida en el centro de su vida.
Samuel averigua que la persona
con la que lo han confundido era el amante secreto de la difunta, y se pone en
contacto con la hermana de aquélla, la atractiva Carina. Ambos empiezan a
compartir vivencias y huecos. Clara había tenido una conflictiva adolescencia
punk, y Carina, la responsable, ahora se nota atascada en el bache de la
madurez. Samuel inventa, aprovechándose del sentimiento de culpabilidad de
Carina.
En la retrospectiva, se sacan a
colación viejos dramas familiares, silencios, escapadas. Con su empresa al
borde del cierre por la crisis, Samuel empieza a hablarle a su madre, con
demencia senil, de la Clara
que se está inventando. Curiosamente, pronto ese nombre será uno de los pocos
que recuerde la anciana. Samuel tampoco puede despegarse ya del recuerdo de
Clara, pero se siente cada vez más atraído por Carina y piensa en cómo decirle
la verdad.
Una novela con solteros y crisis
que crece y se ramifica, a partir de la curiosidad por lo inmediato, llegando a
tocar el misterio. El narrador protagonista nos hace cómplices hablándonos
directamente sobre la soledad, el amor y la capacidad para reinventarse y
autoengañarse. Con elementos del thriller clásico, se trata de un libro
romántico pero muy pegado a la calle, un relato generacional ubicado en Madrid.
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