(Por Alejandro Duchini; en Twitter, @aleduchini)
“Diego, con vos la mejor”, le
dijo un cronista de la tele a un Maradona enojado con periodistas, cuando vino
al país en estos días. El gesto denotó una dosis de chupamedismo pocas veces
vista.
Hay un gran artículo de Fabián
Casas, publicado en uno de sus libros y que ronda por la web, titulado “El
Gordismo”. Alude a Diego Maradona y a Diego Maradona alude, también, el breve
comentario de estas líneas. Viene a cuento de su última visita, polémica como
siempre. La imagen se repite: Maradona está harto de que los periodistas lo
persigan y le saquen fotos. Es posible, aunque contradictorio, que de todos
modos no pueda vivir sin ellos. Maradona se enoja, se baja del auto, le grita a
la prensa, acusa a unos de traidores, a otros directamente de boludos y a alguno
le dice que lo va a cagar; a trompadas lo va a cagar. Después no pasa nada.
Pero el lunes ví algo que provocó
vergüenza ajena. Un cronista, que no vale la pena mencionar, estaba en el grupo
de periodistas que perseguía a Diego y su nueva pareja, una tal Rocío. En el
programa en cuestión –que sí voy a mencionar-, “AM”, de Telefé, se jactaban del gran
testimonio conseguido. El gran testimonio no era otra cosa que un aderezo para
el enojo habitual de Maradona.
Cuando Diego decide seguir su
camino, este hombre que poco antes había dicho a un compañero “bajáte vos que
si me ve a mi se va a enojar” se le acerca, temeroso, y le saluda. “Diego, quería
pedirte disculpas por lo del otro día”, empieza. Y después: “Diego, con vos
siempre la mejor”, mientras le da la mano.
Al tipo no le importaron los
insultos recibidos ni nada. No se hizo cargo. Por el contrario, avanzó para
conseguir su objetivo. Cueste lo que cueste. La dignidad quedó relegada a
cambio de un bajo “Diego, con vos siempre la mejor”. Le faltó el piquito y el colmo se habría convertido en tragicomedia sin regreso.
Enseguida me acordé de aquel texto
brillante de Fabián Casas. Es el que sigue.
El Gordismo es una forma de vida.
Surge del fanatismo por Diego Maradona y se afianza y crece a medida que el
protagonista central tiene vicisitudes que lo mantienen entre la vida y la
muerte. El Gordismo no es una religión, pero es un fanatismo. Aunque anida en
su centro un descreimiento cabal: el protagonista es un sujeto maravilloso pero
no trascendental. Cualquier gordista lo sabe: Maradona no hace milagros y
aunque se lo apoda “Dios” se sospecha que es un simple mortal con una calidad
extraordinaria para jugar al fóbal y una mente endiablada, casi de un
publicista, para largar frases y slóganes: “Más falso que un dólar celeste”,
“Se le escapó la tortuga”, “Billetera mata galán”, “La pelota no se mancha”,
“Mascherano y diez más”, “Mascherano, Jonás Gutiérrez y nueve más”, etc. El
Gordismo practica un sincretismo desaforado: es peronista, guevarista,
menemista, capitalista, anticlerical, religioso, medium, esotérico, cavalista y
todo lo que se ponga por delante. Los pobres practican el Gordismo cuando la
única utopía que les queda es poder dar una vuelta olímpica. Y las clases
medias practican el Gordismo cuando lo único que les importa —caiga quién
caiga— es que no les toquen el culo, el cable y sus ahorros. El Gordismo, de
esta manera, es conservador. También es nacionalista, ya que postula una
superación del ser nacional. Los gordistas son de derecha y humanos. El
Gordismo improvisa, nunca planifica, busca más el efecto que el corazón de las
cosas. Kirchner es gordista cuando prefiere fútbol free que hambre cero. El
Gordismo tiene vocación de poder, nunca vocación de servicio. En esto, es igual
a casi toda la camada política que viene repartiéndose el poder en nuestro
país. El Gordismo es adicto a las cámaras, a los micrófonos. Lo que no sucede en
la realidad virtual, no tiene peso ni merece ser vivido. El Gordismo es esclavo
de la representación. Nunca le habla a uno solo y en privado. Siempre que
habla, aunque se dirija a una persona en cuestión, necesita que lo escuche el
coro griego de fondo. El Gordismo viene reinando en el país desde hace más de
30 años y recién la aparición de Lionel Messi le hizo imaginar un futuro sin
gordismo o negociado con el Messismo. Pero Messi a diferencia de Maradona,
tiene un problema clave dificil de digerir para los miles de carapintadas con
Legacy. No es argentino. De hecho, es gracias a la Madre Patria y los
Euros del Barcelona que el joven nacido en Rosario puede jugar en las grandes
ligas. Es gracias al Barsa que Messi y su familia tiene un futuro por delante.
Fue en los laboratorios del Barsa donde lo alargaron, lo cuidaron con algodones
y le dieron una identidad. Fue en el césped ultracheto y sofisticado del
Barcelona donde se lo rodeó de un equipo de jugadores notables que juegan para
Messi pero que, también, saben que Messi juega para ellos. Nunca, nunca, hemos
visto a un niño tan bajo saltar tan alto y poder meter ese cabezazo mortal y
esquinado que enloqueció al arquero del Manchester United. ¿Qué es lo que hizo
levitar a Messi de esa manera sobrenatural?, se pregunta el Gordismo.
Respuesta: el amor, la gratitud. Porque Messi, acá, en este bendito país de
ganadores, hubiera terminado jugando en el fútbol cinco con suerte o como uno
de los Grosos de Tinelli. Porque siempre, si a uno le va mal, está la carcajada
de Tinelli para atemperar las penas. No hay rescoldo de la noche del país donde
junto al brillo de los televisores y el calor de las estufas no se filtre
también la carcajada de Tinelli. El Tinelismo y el Gordismo pueden ser amigos o
enemigos, pero están construídos con el mismo barro. Los que entren ahí, que
abandonen toda esperanza.
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