miércoles, 15 de mayo de 2013

RODOLFO WALSH ESTÁ DE VUELTA


Fue uno de los mejores periodistas que tuvo nuestro país. También brilló como escritor, aunque en este aspecto muchos lo menospreciaron. Se anticipó a Truman Capote y a su tiempo. Ediciones de la Flor acaba de sacar una gran edición de sus Cuentos Completos.

No se puede hablar de periodistas argentinos sin mencionar a Rodolfo Walsh, nacido en Río Negro en 1927 y desaparecido en 1976, poco después de escribir su “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar”. Pero además fue uno de los mejores escritores. De esto da cuenta su genial “Operación Masacre”, su novela-investigación periodística de lo que luego se conocería como “non fiction”. A nivel mundial, se considera a Truman Capote y su “A sangre fría” (1966) como el primer gran representante de ese género. Pero Walsh le ganó por 9 años con “Operación Masacre” (1957), investigación sobre el fusilamiento de civiles en José León Suárez. Las dos historias son geniales, claro.

Otras dos investigaciones suyas a recomendar son “¿Quién mató a Rosendo?” (1969) y “Caso Satanowsky” (1973). Pero también están sus cuentos, que son tremendos, durísimos, imperdibles. Ellos ahora están reunidos en el gran volumen que acaba de sacar Ediciones de la Flor, con prólogo de Ricardo Piglia. Allí se encontrarán los publicados en “Variaciones en Rojo” (1953), “Cuentos para tahúres” (1962), “Los oficios terrestres” (1965) y “Un kilo de oro” (1967). Lo interesante es que en estas más de 500 páginas hay muchos textos publicados en revistas pero no en libros y uno inédito que se llama “Quiromancia”. “Yo he vuelto a mi país. Mis ojos no vieron el cielo desgarrado por las artillerías, mis oídos no escucharon el silbido de las bombas”. Así comienza.

Hay también dos notas hechas por el mismo Piglia y otro de Rosalba Campra. El primero en 1970, el otro en el 73.

En ese mismo apéndice en el que se hallan más “joyitas” se lee: “Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República”. “En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda”, se define casi sobre el final de este texto tan corto como contundente. En el medio, esa conocida y contundente frase suya: “En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía”.

Lo mucho y bueno que hay para leer en este “Cuentos Completos” tal vez pueda resumirse en un párrafo final del prólogo de Piglia. Cuando escribe: Los cuentos de este libro sintetizan el arte de narrar de Rodolfo Walsh: en su lacónica y luminosa inmediatez, estas ficciones son también un modo de aludir a las dificultades de escribir la verdad”.

Mi consejo, demasiado humilde, es que lean estos “Cuentos Completos”. Su aparición es más que una manera de recordar a este gran periodista y escritor. Es también una oportunidad. Para conocerlo, para respirarlo.

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